“Tú te consideras un espíritu libre, un ser salvaje y te
asusta la idea de que alguien pueda meterte en una jaula. Bueno nena, ya estás
en una jaula, tu misma la has construido y en ella seguirás vayas a donde
vayas, porque no importa donde huyas, siempre acabarás tropezando contigo
misma.”
Esta parrafada le soltó Paul Varjak (George Peppard), a
Holly Golightly (Audrey Hepburn) en Desayuno con Diamantes.
Cuánta razón. No nos damos cuenta, pero a cada golpe que nos
da la vida respondemos con un escudo más grande y más fuerte que el anterior,
aislándonos de nuevos golpes –y dolores- pero también de experiencias, de gente
que nos quiere, en definitiva, de la vida.
Y es que la vida hay que vivirla, según nos apetezca,
obviamente. Es como conducir: puedes ir a 80, sin correr riesgos, sabiendo en
todo momento qué curvas vas a tomar, a dónde vas a llegar y a qué hora; o a
200, con la adrenalina y el miedo del multazo que te puede caer, el riesgo de
hacerte puré pero, a cambio, disfrutando cada segundo de esa sensación de
riesgo, de libertad.
Cada uno es libre de vivir como quiera pero lo que nunca,
nunca jamás, deberíamos permitirnos, es bajar la velocidad a la que nos gusta
viajar sólo porque una vez –o las que sean- nos salimos de la calzada con
consecuencias nefastas. A fin de cuentas, tenemos que disfrutar el viaje.
Los viajes, como la vida, hay que vivirlos al ritmo que se desee, al que apetezca, a ratos y no pueden ser iguales, porque cada momento requiere ciertas características y tenemos que adaptarnos.
ResponderEliminarPero sin duda, cada decisión, cada suceso, nos va a cambiar la marcha, lo que no podemos es perder el objetivo, el que nos marquemos en cada momento.
Ese es otro problema. Los objetivos cambian mas que los semáforos de las avenidas y no solo para marcar tres colores. Disfrutar, disfrutar con lo que haces es la mejor opción. Sean cual sean los objetivos.
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