Me paso la vida pensando en mis cosas raras, lo sé.

Llevo mucho tiempo sin aparecer por aquí, y tal vez tenga algo que ver con lo que estoy a punto de escribir. No quiero que esteis de acuerdo ni que no lo esteis. Es, tan solo, una de tantas formas de "verlo".

El tiempo pasa, la verdad es que escribimos muchas de entradas que hablan de eso (se ve que nos preocupa a todos por igual), y ya no es sólo que no seamos los mismos que antes, sino que nada lo es. 
Lo que yo vengo notando desde hace cierto tiempo, es que el universo se equilibra. Hace años pensaba que había personas que no me gustaban nada (no hablo de asesinos o degenerados, sino de gente normal), no me caían bien y sólo podía pensar cosas malas. Por otro lado había personas que yo consideraba maravillosas, estupendas, únicas... La cosa cambia. Ahora no veo tanta diferencia. Las frases "en el fondo yo también he sido alguna vez así de gilipollas" o "es buena gente pero no es para tanto" son casi el pan que desayuno cada día.

Veo que la gente es tan solo gente, que lucha de la forma que cree mejor para conseguir sus metas. Pueden equivocarse, pero... ¿Quien no se ha equivocado? Pueden volver a equivocarse, pero... ¿Qué mas da, si son felices? Qué más me da a mi.
Tampoco creo que haya gente sumamente maravillosa. No hay semidioses, musas ni héroes. O nos entendemos, o no nos entendemos. O bien, hemos coincidido en un lugar y momento determinados. No creo que haya mucho más... Para mí eres lo más importante del mundo y para mi vecina eres un grano en el culo. Así es la vida.

Me ha pasado lo mismo de siempre, me he puesto a escribir y ahora ya no sé ni siquiera qué es lo que quería contar, así que bueno, ¡que cada uno se lo tome como quiera!

De la transcendencia universal de la comunicación profunda (o Cómo una conversación de Whatsapp acaba convertida en entrada)

“Puedo escribir y no disimular
es la ventaja de irse haciendo viejo”

A esta conclusión llegué ayer en una charla nocturna con algún/alguna amigx por Whatsapp de cuyo nombre no quiero acordarme que permanecerá en el anonimato (por aquello de la protección de la fuente y tal).

Caprichos de la vida, o un subconsciente muy puñetero, me han llevado a escuchar esta maravillosa canción, y recordar toda esa conversación, de Fito & Fitipaldis.

Y es que resulta que en plena “Era de la Comunicación” (la de la Información quedó atrás hace tiempo ya, o eso creo) hablamos con todo el mundo menos con nosotros mismos  (quizá por ello surgen tal cantidad de blogs, no sé). Esos ratitos que teníamos para nosotros mismos se han convertido en ratitos para hablar con tus amigos “los que están lejos”, para leer chistes malos en los grupos de Whatsapp (sí Cobacho, esto va por ti) o  para ver vídeos de gatitos (que aunque son una cucada, seamos sinceros, no aportan nada productivo a nuestra vida).

Ya no nos escuchamos y, como no nos escuchamos, nos tenemos que leer, que estamos más familiarizados con eso al parecer. La cuestión es que al escribir en un sitio personal, o al hacerlo a cierta edad, - o puede que sea solo por la coyuntura personal que en un momento determinado te precipita a ello -, te sinceras contigo mismx y con el mundo, sin disimular.

Y descansas.

Y aprendes.


Y, lo peor de todo, le coges el gustillo, aunque eso no signifique dejar de leer los chistes malos.




¿Qué tres cosas te llevarías a una isla desierta?

No contestéis. No aún. Antes me gustaría divagar un poco.

Veréis, siempre he pensado que nunca nos tomamos en serio esa pregunta. Como casi todo en la vida, para qué negarlo. Pero no nos desviemos tan pronto, sigamos con la pregunta en cuestión. Cuando nos la hacen, noto que salta un resorte en nuestra mente con el cartel "No te preocupes, nunca vas a acabar en una isla desierta, di cualquier gilipollez graciosa para ligarte al espécimen que tienes en frente". Y vuela la imaginación: que si un pack de cervezas bien frías, que si una caja de condones "por si acaso, jejeje", que si a Belén Esteban para practicar el canibalismo y así asegurarme unos meses de existencia... bueno, mirándolo en perspectiva, de las tres, la última de ellas es la idea menos descabellada. Sí, que habría que solucionar un par de aspectos sobre la conservación de su carne. ¿Cómo, el dilema moral de matar a una persona para tu propio beneficio? No nos pongamos así, anda, que es Belén Esteban.

A lo que iba. De ser un estudio realmente sociológico y/u/o psicológico, todos catearíamos a la primera (si es que un "examen" de esta índole se pudiese suspender). Bueno sí, se supone que este tipo de cuestiones son estudios para medir ciertos aspectos de nuestra sociedad y nuestro comportamiento, y para ver lo ingeniosos que son en el sur en comparación a los del norte; pero a mí nunca me lo han planteado como tal, sino como una pregunta para romper el hielo antes de darme mi primer cate en el colegio, o aquella vez, por ejemplo, que me quedé dormido en las prácticas de electrometría de la universidad y el profesor de monótona voz me avasalló a preguntas sobre hipotéticos casos en los que me veía abandonado y solitario, y en los que, extrañamente, en ninguno de ellos me era útil la electrometría.

Si desde un primer momento me hubieran hecho esta pregunta con el más mínimo atisbo de conocer mis inquietudes, mis fantasías, mis pensamientos sobre la vacua existencia que nos rodea, o si querían saber si soy más de montaña o de playa, pues les habría contestado que de playa. Y respecto a los tres objetos, no sé: una navaja, para cortar cosas. Cortar cosas mola. Y los otros dos... una libreta y algo para anotar. Sí, no estaría mal, total, en algún momento el desasosiego de la soledad y el instinto de supervivencia se harán a un lado para dejar paso a la necesidad de hacerme una paja. Si dibujo unas tetas será más fácil.

Y vosotros, ¿qué os llevaríais a una isla desierta?

Never say goodbye to it

Una pequeña brisa,
algo que aparece sin avisar
y desaparece igual de rápido,
pero no para siempre,
pues cuando menos lo esperas,
algo mueve de nuevo tu pelo,
te acaricia el corazón
y te saca una sonrisa.

Esa sonrisa que apenas se ve,
que nadie logra observar,
porque no aparece en los labios,
sino en el corazón.
Y todo por sentirla de nuevo cerca.

Ahora toca despedirse,
la brisa se marcha,
pero NUNCA LE DIGAS ADIÓS,
ahora otros disfrutaran de la alegría que ella aporta.
Dile hasta pronto,
pues volverá,
volverá cual viento impredecible,
volverá alegrándonos y haciéndonos sonreír.

Por eso, ¡hasta pronto brisa!
Q.T.V.B.E.