El Cuento de Pan Y Pimiento (o De cómo surgieron los montaditos de lomo)

El Cuento de Pan Y Pimiento.

Una buena tarde de verano un pan y un pimiento se fueron a caminar por el campo pero empezó a llover, por lo que Pan se puso blandito y empezó a deshacerse. Entonces Pimiento sacó su paraguas de hoja de planta de pimientos y  lo tapó.

Tras el paseo romántico bajo la lluvia veraniega, se casaron, pero Pan le puso los cuernos a Pimiento con Lomo, y así tuvieron a Montaditos-de-Lomo.

Ante las ausencias de Pan, Pimiento comenzó a sospechar y contrató a un espía, Mahonesa, que rápidamente inició su investigación.

Siguiendo a Pan, lo vio encontrándose con Lomo y una amiga de Pan, una chica, y eso se sabía por la raja de delante, llamada Parte-de-Arriba.

[Recapitulemos: tenemos a Pan (el infiel), a Lomo (la amante), a Pimiento (el cornudo) y a una  amiga de Pan (Parte-de-Arriba)]

Estaban hablando cuando la amiga de Pan, Parte-de-Arriba, se ausentó por unos instantes, momento en el cual Pan y Lomo se pegaron mucho, demasiado. Ante ese panorama, Mahonesa corrió hacia ellos, pero Parte-de-Arriba lo vio todo y persiguió a Mahonesa. Todos se espachurraron como resultado de las inercias de las carreras, y así surgió el Bocadillo simple de Lomo.

El pobre Pimiento quedó desolado al ver que su querida Pan hacía tan buena pareja con Lomo, pero, por cosas de la vida, y perversiones del mundo natural, formaron tríos ocasionales en los que corría la cerveza sin parar, fruto de los cuales surgieron los Montaditos de Lomo con Pimientos.

FIN.

Y tú, ¿no piensas asentar la cabeza?

No son tantas veces las que me lo han preguntado, para qué os voy a mentir, pero sí que ha habido alguna. Y eso es suficiente para hacerme pensar. 

- A ver, ¿cuántos años tienes, Daniel? 27 ya, ¡uff, casi nada chaval! Con esa edad tu madre tenía ya a dos cabezones dándose cabezazos por los pasillos (así hemos quedado, ¿verdad, Isra?); y tú, ahí, que lo más importante que te has planteado en tu vida últimamente ha sido dejarte crecer esa mierdibarba de tres centímetros durante dos meses, y sólo porque no encuentras la maquinilla que sueles usar para recortártela (la barba, claro).

En serio, Daniel, ¿no tienes proyección de futuro alguna? No, no me vengas con que sí, que te gustaría vivir solo y ser independiente y bla bla bla, que de megustaríaques y ojaláques están llenos los sueños y no por ello abandonan la dimensión onírica. Te pregunto por algo más serio, por un futuro en un sitio en particular, con una dedicación en particular, y unas personas de las que rodearte en particular. Te hablo de formar un hogar. Tú solo o tú acompañado, pero que sea un hogar, no una casa en la que vivir y ser independiente. Te hablo de dejarte de ilusiones sobre hacer cerveza y poesía y ser ingeniero y hacer deporte y saber algo sobre arte y algo sobre historia y algo sobre política y algo sobre cualquier algo que se te haya metido entre ceja y ceja en ese preciso instante y centrarte en un único aspecto, dos si me apuras. Espera, déjame respirar. Céntrate en una única flor y deja de picotear por tanto jardín.

Porque de eso va la vida, ¿no? De no intentar ser un hombre del renacimiento y quedarte a medias, para poder dedicarte exclusivamente a algo por y para siempre y ser bueno en ello (que no el mejor, tampoco te pases). Debes saber que la cosa va saber de una única cosa para poder tener el orgullo de decir "Oye, que solo sé sobre esto, pero sé mucho, ¿eh?".

Olvídate de tus sueños nacidos de la depresión post-erasmus en los que te dedicabas a trabajar unos dos años, tres máxime, en una ciudad para migrar a otra, en otro país incluso, y enamorarte de esa ciudad, de sus costumbres y personas, de sus callejones y callejuelas, hasta que el hastío aparecía y empezabas a odiar sus manías que ya no serían costumbres sino maníaticos tics que te desquiciaban y entonces te mudabas a un nuevo lugar, con un nuevo trabajo y un nuevo ambiente del que enamorarte, y así otra vez, y así vuelta a empezar.

Olvídate de tus viajecitos al extranjero, pongamos dos veces por año, y de tus escapadas fin de semana sí y fin de semana también. Olvídate de hacer lo que te dé la real gana y empieza a pensar un poco en los demás, so egoísta, habráse visto, disfrutar de tu vida como si fuera propia y no pensando en que los demás hayan decidido no hacerlo como tú.

Déjate ya de adolescencias y madura, ¡leñe! Toma un camino, una decisión, un destino. Empieza a parecer adulto, que vaya vergüenza que te pidiesen el carnet de identidad hace dos semanas para comprobar que tenías más de veinte años. Es hora de que crezcas -no físicamente, lo siento, eso ya es imposible para ti- y te empieces a comportar como un hombre hecho y derecho, como una persona de la que poder decir "míralo, ha llegado hasta ahí con su esfuerzo y sufrimiento. Sí, bueno, quizás no haya llegado a mucho pero oye, ha sufrido para llegar ahí y sólo por eso se debe sentir satisfecho, se puede dar con un canto en los dientes, vamos". Es hora, en definitiva, de ser lo que la sociedad espera que seas para no sentirse menos sociedad.

Bueno qué, chaval, ¿se te ha ocurrido ya alguna forma de asentar la cabeza?

- Pues mira, asentarla no sé, pero un dolorcito de cabeza sí que me ha dado, así que me voy al bar a por unas cervezas. Ya si eso cuando vuelva te digo algo. Si eso. SIESO.